No soporto el verano. No me gusta nada. Bueno… Eso es lo que pensaba hasta hoy. Buscando entre mis archivos, caí en la cuenta de que he escrito más sobre el verano que sobre muchos otros temas que me interesan y me importan.
Así que deduzco que si llevo escribiendo, hablando y celebrando rituales alrededor del estío año tras año, debería admitir que en realidad me gusta. He escrito propuestas para disfrutar del verano en familia, he grabado un podcast sobre esta estación del año, he escrito algunos artículos (este, este, este). Te he propuesto estas actividades creativas (esta para hacer sola y esta para hacer con niños, y he diseñado un imprimible para que puedas diseñar tu propio manifiesto. Vamos, que propuestas no faltan.
No sé si el verano es mi estación favorita. Diría que no. Pero lo que sí está claro es que no me deja indiferente.
La verdad es que desde que soy madre el verano y yo hemos vuelto a conectar. Otro de los “efectos colaterales” de la maternidad, supongo . Cada año hemos conectado de muchas maneras diferentes, y también han vuelto a mí los veranos de mi infancia, la casita de la playa, los médanos, vacaciones y otros recuerdos dulces…
Sigue sin gustarme el calor excesivo, eso sí (quizás por eso me he venido a vivir a Galicia). Y creo que no podría vivir en un sitio donde no existiesen el otoño y la primavera… Pero algo tiene el verano que me provoca escribir sobre él. Cada año parece que lo consigo, y al siguiente siento que aún me quedan cosas por decir. A ver si este es el último:
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