Rilke me esperaba para darme la bienvenida en la puerta.
Shakespeare estaba dentro, por supuesto.
Y aunque en seguida empecé a sospechar quiénes más estarían,
fue como si fuese “víctima” de una fiesta sorpresa organizada
por ese amigo que te conoce tan bien que sabe a quién convocar.
Anne Lammott fue la primera en salir.
Luego Fitgerald, Hemingway y Joyc…
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